Jarapalos: Respeto a la montaña, respeto a la tormenta

Mis preparativos para salir a correr que dejé listos la noche anterior. 

Domingo, 7:16 de la mañana. Sol reluciente en nuestro cerebro. Oscuridad inabarcable en el exterior. El cielo está cubierto, caen las primeras gotas. Anoche, al dormir, pensamos que podríamos salir, que sería un gran día de carrera de montaña, que nada ocurriría. La previsión no engañaba, pero creímos que con nuestro empeño podría hacerlo. Abrimos la persiana. Las gotas caen una detrás de otras, teniendo prisa por fusionarse en los cristales de nuestra habitación. Volvemos a la cama y pensamos: ''Lo más sensato es quedarse''. 

La pasada semana defendía otro estilo de vida, defendía el ser valiente, el salir y correr una serie de riesgos que, si no todo iba como suele ir, podrían causarnos serios problemas. Lo defendía porque lo creía con total seguridad, ya que, al volver de una travesía de 28 kilómetros con un poco de tormenta y lluvias durante un período de más de dos horas, estaba sano y salvo. 

Así es el humano. Cuando todo sale bien, podemos aplaudir y decidirnos a poner toda la carne en el asador de nuevo, sin percatarnos de que en esta ocasión el fuego está a más grados, o de que la barbacoa se apagará por exceso de lluvia. Somos ilusos, y más cuando nos dejamos guiar por esa pasión que nos lleva en volandas al coche con la gorra hacia atrás a lo Kilian Jornet, las zapatillas abiertas sin atar y la mochila ya colocada en la espalda con las pertinentes botellas blandas. Nos encanta vivir aventuras, sentir que somos libres y que la naturaleza está ahí para disfrutarla, pero también para ayudarnos a que la disfrutemos. 

El problema es que en muchas ocasiones perdemos la noción de lo que es ser libre y lo que es la sensatez. Existe una línea delgada entre ambas cosas, y debemos intentar comprenderla para no vernos sumidos en un auténtico problema. Cualquier día podemos salir y pasarlo mal en la montaña, tener un accidente, una lesión, o encontrarnos con que alguien que está en nuestro mismo sendero le ha ocurrido esto. En esos instantes debemos saber reaccionar, y debemos tener no solo los medios para ello, sino la capacidad de lidiar con estas situaciones. 

La montaña no es únicamente un lugar más al que vamos, es una zona complicada a la que debemos temer para poder amarla. A la montaña tenemos que tenerla en un pedestal, observarla desde abajo y mantenerle un respeto para que entonces ella nos devuelva ese disfrute tan anhelado. En ocasiones, ese respeto será no ir por aquel camino nuevo por el que podemos tener un accidente, o no seguir a un ritmo infernal cuando tenemos molestias en la rodilla derecha o el tobillo izquierdo, pero en otras será no ir a verla. 

Y es que la montaña prefiere vivir en solitario algunos días, especialmente los de lluvia, los de tormenta. Respetarla es lo mínimo que podemos hacer; no por ella, sino por nosotros. 

Nota: La rabia seguirá dentro de nosotros, pero habrá más días. Seguro. 

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