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Mostrando entradas de octubre, 2018

Jarapalos: Respeto a la montaña, respeto a la tormenta

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Mis preparativos para salir a correr que dejé listos la noche anterior.  Domingo, 7:16 de la mañana. Sol reluciente en nuestro cerebro. Oscuridad inabarcable en el exterior. El cielo está cubierto, caen las primeras gotas. Anoche, al dormir, pensamos que podríamos salir, que sería un gran día de carrera de montaña, que nada ocurriría. La previsión no engañaba, pero creímos que con nuestro empeño podría hacerlo. Abrimos la persiana. Las gotas caen una detrás de otras, teniendo prisa por fusionarse en los cristales de nuestra habitación. Volvemos a la cama y pensamos: ''Lo más sensato es quedarse''.  La pasada semana defendía otro estilo de vida, defendía el ser valiente , el salir y correr una serie de riesgos que, si no todo iba como suele ir, podrían causarnos serios problemas. Lo defendía porque lo creía con total seguridad, ya que, al volver de una travesía de 28 kilómetros con un poco de tormenta y lluvias durante un período de más de dos horas, estaba san...

La lluvia solo moja en Jarapalos

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Al fondo, paisaje. Lo que no está al fondo, yo.  La lluvia moja. Cala. Cae del cielo, se posa en los árboles, se desliza hacia el suelo, moja, y cala. Lo hace cada segundo en el que desciende desde las nubes, desde que nos avisa con esas primeras gotas y nos recrimina la falta de atención con el diluvio. Así es la lluvia, que no perdona, que siempre busca dejar su huella, dejar tierra mojada, tejados mojados, montañas mojadas.             Sí, porque la lluvia moja montañas, y lo hace de forma extrema. Lo hace sin cesar, sin que le importe demasiado que la montaña esté repleta de corredores, de senderistas, de hijos con sus padres o padres con sus hijos. Le da lo mismo. Es por ello por lo que puede relucir el Sol, brillar como nunca lo ha hecho en meses de verano, y al día siguiente cubrir la lluvia todo el paisaje. Así viven las nubes, arruinando las salidas dominicales, arruinando la misa de los religiosos de la monta...